Reflexiones desde AIM sobre la Pandemia: "Hay una salida"
Alain Coheur, tesorero miembro del Presidium de la Asociación Internacional de la Mutualidad (AIM), en representación de la Unión Nacional de Mutualidades Socialistas de Bélgica, reflexiona en las siguientes líneas sobre las verdades que revela la crisis causada por la Pandemia y la posibilidad de encontrar una salida, observando el modelo que propone la Economía Social y Solidaria.
Crisis financieras, económicas, sociales, alimentarias, de migración, de seguridad, ecológicas… y finalmente… crisis de salud, no la primera ni mucho menos.
Mediante la comercialización del miedo, se nos empuja de una crisis a otra, y el mundo se está hundiendo peligrosamente, paralizado deliberadamente por una falta de voluntad de cuestionar fundamentalmente el modelo económico de desarrollo, que durante años ha dado prioridad a los intereses financieros privatizando sus servicios públicos y debilitando su protección social, se ha apoderado de la riqueza en beneficio de algunos, ha desmantelado el Estado y sacrificado a los más débiles en el altar de la austeridad servida como el ritornello “no hay alternativa”, ha desplegado dogmas como profecías autocumplidas, ha atomizado las relaciones entre los seres humanos para convertirlos en consumidores compulsivos de disfrutes.
Los sacrificados de hoy ya eran los sacrificados de ayer: todos esos anónimos, todas esas profesiones que se han vuelto insignificantes a los ojos de los poderosos, trivializadas, poco valoradas o incluso desvalorizadas están ahora en el punto de mira. Profesiones que hemos olvidado son esenciales para la cohesión social; profesiones que durante años han resistido los golpes de la rentabilidad, la productividad y la eficiencia económica; a pesar de las protestas, a pesar de los llamamientos realizados ante un asombroso y sideral vacío político.
Estos trabajadores en la primera línea de nuestra salud, de nuestro sistema de salud, son los enfermeros, los cuidadores, los asistentes a domicilio, los generalistas, los educadores, los psicólogos, los cuidadores de niños, los trabajadores sociales, todos los profesionales que acompañan a los enfermos, excluidos o sufrientes, marginados, dependientes, sin hogar, indocumentados…
Hemos olvidado, hemos descuidado el sentido de lo común, la importancia de los bienes comunes, los que nos unen, los que nos reunen, los que nos definen en nuestras relaciones humanas, en nuestra existencia. Nuestra sociedad va más a la deriva porque ya estaba debilitada, deliberadamente segmentada, desorientada, rodeada de las sombras mortales de los renacimientos nacionalistas y populistas.
Esta crisis sanitaria pone de manifiesto todos los excesos y desigualdades de nuestras sociedades: desde el estado y la calidad de nuestros sistemas sanitarios hasta el acceso a una vivienda sana, pasando por la precariedad de las familias, la inseguridad laboral, los salarios indecentes al alza para algunos y a la baja para la mayoría de las profesiones, a menudo en sectores muy feminizados.
Y habrá sido necesario un solo virus, alimentado por la avaricia y la codicia de algunos, para que todo esto se revele, y para que toda nuestra economía sea destruida en el mismo movimiento, y para que muchas certezas sean sacudidas.
A partir de entonces, tanto el mundo político como el económico tendrán la gran responsabilidad de imaginar la salida. Porque sólo habrá dos resultados posibles: o bien consideramos esta crisis como uno de los peligros a los que tenemos que hacer frente de forma puntual y organizamos la sociedad para responder mejor a ella, o bien cambiamos radicalmente nuestra perspectiva y elegimos otro modelo de desarrollo.
“Hay una alternativa” después de la crisis sanitaria, un New Deal, un nuevo Pacto Social y Medioambiental cuyos pilares serían los valores de solidaridad e igualdad, inspirados entre otras cosas en los éxitos de la economía social, puestos en práctica por gestos fuertes como la reubicación de nuestra producción a través de cadenas de suministro cortas, locales y seguros, la creación de empleos que proporcionen un ingreso decente a todos y cada uno de nosotros, y servicios públicos revitalizados, reconocidos como esenciales, capaces de llevar a cabo sus misiones de manera adecuada, bajo los auspicios de un Estado social y regulador libre de mercados financieros.
Si tomamos la decisión correcta, no sólo tenemos la oportunidad de experimentar “la última, de verdad” de las crisis, sino también de cambiar nuestra relación con la sociedad y su entorno. Si no lo hacemos, reviviremos los peores momentos de la historia de la humanidad.